"Trazos de Misterio: Entre las Páginas Olvidadas de la Patagonia"


 

Título: "La Huida de Berlín" - Un Relato en Primera Persona por Thomas A. Riani

Nota Introductoria:

"Antes de sumergirte en las palabras de esta antigua cabaña olvidada entre las páginas de la Patagonia, permíteme aclararte que entre estas tablas y durmientes tejemos un velo de suspenso que te envolverá por completo. "La Huida o El Escape de Berlín" es una obra ficticia que se desenvuelve en el misterioso escenario de la Patagonia argentina en el año 1963. No la consideres como un relato histórico ni una verdad incuestionable, sino como una puerta hacia un mundo de conjeturas y posibilidades.

El autor de esta narrativa enigmática ha elegido a Hitler como su protagonista, no solo para entretener, sino también para suscitar reflexiones profundas. Aquí, realidad y ficción se entrelazan de manera intrincada, como los clavos de esta cabaña de suspenso y conspiraciones en las sombras. ¿Estás listo para adentrarte en este enigma literario y sentir bajo tus pies el crujir del suelo de madera?"

"Das Leben ist wie ein Buch, und wer nicht reist, liest nur eine Seite."

-- Autor Anónimo --

*Esta frase en alemán significa: "La vida es como un libro, y quien no viaja, solo lee una página."
Nos recuerda la importancia de explorar, aventurarnos y vivir nuevas experiencias
para enriquecer nuestras vidas.

 

Relato Personal:

En lo profundo de la remota y solitaria Patagonia argentina, las llamas en la chimenea ardían con una pasión que parecía haber adquirido una entidad propia en aquella aislada cabaña. Su resplandor centelleante pintaba un escenario mágico en la oscuridad, como si el fuego mismo revelara misterios ancestrales al más antiguo testigo de la vida: el viento que invadía la tarde. Allí me encontraba yo, quien en días pasados, allá en el calendario de los años treinta y tantos, había sembrado el poder global con su maquinaria bélica y su pensamiento meticuloso. Ahora, sentado en una poltrona de cuero desgastado, mis manos temblaban como hojas al viento, y una inusual frialdad empapaba mi frente. Mi decisión estaba clara: revelar un secreto oculto desde los trágicos días finales de la Segunda Guerra Mundial.

En la esquina junto a la chimenea, una vetusta radio permitía que las dulces y apasionadas melodías de Richard Wagner[1] llenaran la cabaña. La música, con su dramatismo y magnificencia, creaba un extraño contrapunto con la tensión que se respiraba en el ambiente. Las notas parecían acariciar mis recuerdos de un pasado en el que el poder y la ambición habían sido mis más leales aliados. Un tiempo en el que el arte de Johannes Vermeer[2] y Jan van Eyck[3] fluía por mis venas, así como el de pintores alemanes contemporáneos que abrazaban el realismo, en contraposición al arte moderno que yo desdeñaba, llamándolo despectivamente "arte degenerado" o "Entartete Kunst".

Mientras pronunciaba mis palabras, mi recién adquirido amigo, el leal pastor alemán llamado Blondi Tercero, hizo su entrada con una elegancia que hubiera envidiado cualquier aristócrata. A diferencia de mis antiguos compañeros, este canino tenía un corazón cálido y compartía mi pasión por el arte. Cuando ponía en marcha la música de Wagner y contemplaba las obras de mis artistas favoritos, pasábamos horas, semanas y meses enteros juntos. Afuera, el viento soplaba con una furia que parecía anticipar la profundidad de una nueva visita a mi solitaria cabaña.

En ese preciso momento en que el viento aullador asumió su papel como cómplice de la incertidumbre, un suave golpeteo en la puerta resonó en la cabaña. Me aproximé a la entrada, sintiendo una intrigante duda acechándome, recordando los oscuros eventos que habían rodeado a mi querido amigo Adolf[4] apenas tres años atrás. Pero decidí seguir adelante, enfrentar lo que fuera que se presentara.

Al abrir la puerta, la penumbra del atardecer apenas dejaba entrever la figura de un joven de cabello rubio, cuya imponente estatura sugería una fuerza que rivalizaba con la de cualquier atleta. Mi voz rompió el silencio al decir: "Adelante, pasa. No te quedes en la entrada; el viento podría derribarte, aunque eres joven y fuerte como un roble, mientras que yo, con mis 74 años, un simple aliento al hablar podría hacerme tambalear". La mirada penetrante del joven y su aura de misterio prometían que esta reunión ocultaba mucho más de lo que se veía a simple vista.

El joven me miró, aparentemente sorprendido, quizás por la diferencia en mi característico bigote, que estaba un poco más largo de lo usual. A pesar de algunas sugerencias de que debería cortarlo, nunca consideré esa opción, quizás por el respeto que sentía hacia mi propia imagen o simplemente porque estaba acostumbrado a él. El joven, quien conocía todos los detalles de mi vida, me agradeció y pidió permiso para entrar, diciendo: "Gracias, Führer. ¿Puedo pasar?". Con una sonrisa, le respondí: "Por supuesto, adelante. Estaba esperando ansiosamente tu llegada desde que comenzamos nuestra correspondencia".

Extendí una invitación silenciosa para que colgara su abrigo en el perchero, que se alzaba justo detrás de él, como si deseáramos liberarnos de los secretos que traía consigo. Sin embargo, en ese preciso momento, noté que llevaba una pequeña cámara colgada al cuello; parecía ser de una marca norteamericana, posiblemente Kodak.

Le dirigí una sonrisa y le dije: "Veo que has traído una cámara. La usaremos con gusto, pero no aquí en la cocina. Hay una hermosa luz natural que entra por las ventanas y una gran lámpara colgante que te ayudará a obtener una mejor fotografía". Con un gesto cordial, lo conduje hacia un rincón donde la música y el arte se entrelazaban en un mundo aparte de la historia y la realidad.

El joven, en ese momento, respondió con entusiasmo: "Ciertamente, Führer, estamos hablando de una cámara Kodak Instamatic 100, específicamente un modelo de formato 126. Esta cámara guarda similitudes notables con la Instamatic 50, una versión básica que no ofrece la posibilidad de ajustar el enfoque de las imágenes. Dispone de dos opciones de velocidad de obturación: una a 1/40 segundos y otra a 1/90 segundos. En la parte frontal, encontramos un botón que permite desplegar la pantalla de la lámpara de flash, que utiliza bombillas desechables del tipo AG-1. La única diferencia técnica con respecto a la Instamatic 50 radica en este sistema de iluminación".

En mi interior, me aburrí un poco, pero decidí jugarle el juego, pensando: "Oh, vaya, qué emoción me espera, ¡propaganda en imágenes!" Luego, lo invité a la siguiente habitación de la cabaña, pensando que casi había terminado convenciéndome de comprarle una cámara. La verdad es que este joven sabía cómo llenar mi mente de ideas publicitarias. Hubiera sido un perfecto compañero de Goebbels en mi espacio político, pero eso ya pasó, es historia antigua, Adolf es cosa del pasado, solo aceptalo de una vez.

Mientras nos adentrábamos en aquel espacio de ensoñación, hice hincapié señalando con mi dedo hacia mi pastor alemán, que estaba acostado sobre una alfombra que en el centro tenía una esvástica negra tejida a mano. Sobre ella descansaba Blondi Tercero, un ser extraordinario, un canino que no se preocuparía por nuestro visitante, sino que bastaba con un simple chasquido de mis dedos para que obedeciera al instante. A pesar de su nombre regio, le aseguré que Blondi sería su guía en este viaje inusual y cautivador.

El joven periodista, cuya mirada ansiosa reflejaba una mezcla de escepticismo y curiosidad que lo había llevado hasta aquí, pidió tímidamente permiso para sentarse en el borde de un antiguo sillón de roble colorado. Sus ojos centelleaban con una intriga que se había vuelto casi insoportable desde que llegó a esta tierra inhóspita en busca de respuestas a las preguntas que habían atormentado a la humanidad durante años.

"¿Es verdad, señor Hitler?" Su voz temblorosa rompió el silencio que había envuelto la cabaña durante segundos. El viento patagónico golpeaba contra las ventanas de madera, como un presagio lejano de un mundo olvidado.

Yo, el hombre que alguna vez ostentó el poder absoluto sobre millones, tomé un sorbo de cocaína que reposaba en una bandeja de plata. Con destreza, enrollé un billete de alta denominación y lo acerqué a la polvorienta montaña blanca. Inhalé profundamente, sintiendo cómo el polvo mágico se deslizaba por mi nariz y penetraba en mis pulmones. Un cosquilleo eléctrico recorrió mi cuerpo, y la realidad se volvió efímera, como si el tiempo mismo se detuviera.

El mundo a mi alrededor se volvió borroso, y una oleada de euforia y energía me invadió. Mi corazón latía con fuerza mientras la cocaína aceleraba mi mente y mis sentidos se agudizaban. Las preocupaciones, los remordimientos y las responsabilidades se desvanecieron en ese momento, y me sentí invulnerable, como si pudiera conquistar el mundo una vez más. La bandeja de plata brillaba intensamente ante mis ojos, y el águila, símbolo de la vida que había vivido, parecía cobrar vida en la danza de las sombras y las luces, una imagen fugaz de mi pasado y mi poderío.

Mi expresión, enigmática y cargada de nostalgia, parecía estar inmersa en un abismo de recuerdos que habían sido enterrados por el inexorable paso del tiempo. Finalmente, rompí el silencio que había pesado en la estancia como un fardo ineludible.

Pero antes de que pudiera proseguir, mi fiel compañero, Blondi Tercero, el pastor alemán que siempre estaba a mi lado, lanzó un ladrido de alerta al viento que ululaba inquieto afuera. Mis ojos, con una mirada intensa que había sido testigo de mis actos más oscuros en Berlín, se posaron en él con una mezcla de cariño y autoridad.

"Tranquilízate, Blondi", susurré suavemente mientras acariciaba su cabeza. "Así está bien, chico. Solo es el viento inquieto del desierto que surca el cielo con sus lluvias de sol en el horizonte, tratando de mitigar la soledad con su soplido enérgico y rudo. Pero hoy tenemos invitados, así que compórtate, amigo", concluí, mientras mis pensamientos volvían al oscuro secreto que estaba a punto de revelar.

"Añadí con una sonrisa nostálgica: "Espera un momento, siéntete cómodo, joven. Mejor acompáñame aquí a mi lado, y ten cuidado con el lienzo, sujétalo mientras acomodo esto... ahí está, pásamelo, por favor. Gracias. Si te preguntas si alguna vez pinté, la respuesta es sí, pero eso fue hace mucho tiempo, cuando fui rechazado en la Academia de Bellas Artes de Viena (Akademie der bildenden Künste Wien) en dos ocasiones. Quería estudiar pintura y arquitectura. Sin embargo, mi solicitud fue rechazada en ambas ocasiones. Una vez en 1907 y otra vez en 1908. El instituto de bellas artes consideró que tenía más talento en arquitectura que en pintura, aunque, entre nosotros, yo creía tener más talento para la pintura. Como dicen aquí en Argentina: 'en casa de herrero, cuchillo de palo'. Mira, ¿terminé siendo un gran estratega militar o no, joven?" El joven asintió, fascinado por cómo mi cuerpo se levantó y, junto con la sombra que testificaba al lado del fuego, mi añejado esqueleto se sintió rejuvenecido por un momento, solo por un momento."

Querido joven, permíteme decirte que el hombre que tienes a tu lado no pasó por esa, en mi opinión, inútil academia militar conocida como la Real Escuela de Educación Militar de Wiener Neustadt, en Austria. Para ser sincero, me inscribí en esa academia allá por el año 1907, pero pronto me di cuenta de que no era para mí. La rigidez de la disciplina y la estructura militar simplemente no encajaban con mi personalidad.

Tras un tiempo, tomé la decisión de abandonar la academia por propia voluntad y regresé a Munich, donde más tarde me sumergiría en la política. Con el tiempo, llegué a liderar el Partido Nazi y me convertí en el líder de Alemania. A veces, querido joven, la vida no se trata solo de los títulos académicos o los estudios, sino de la determinación y la pasión con la que uno vive cada día.

"Ahora, por favor, siéntate y disfruta de este café descafeinado que acabo de preparar para esta ocasión. Sabes, no soy un buen anfitrión y menos acostumbrado a atender a alguien, muchacho, pero bueno, no hay problema en este caso. Así que tómalo. Por cierto, con el frío que hace, te ofrecería un poco de coñac o brandy para el café, va lo que se conoce como "Kaffee mit Schuss" (café con licor), pero entiendo que tal vez no estés familiarizado con ello, o quizás tus padres te criaron de manera diferente. El muchacho asintió con la cabeza y yo proseguí: Los alemanes a veces lo disfrutan así, pero yo no bebo. Toma, te reconfortará en este frío. Acerca tu silla frente a mí para que pueda verte claramente. Ahora, déjame recordar dónde estábamos al principio."

El joven expresó su agradecimiento por el café, y mientras el fuego chisporroteaba en la chimenea y la música de Wagner llenaba la habitación como un actor de reparto, así comenzó todo.

"Mi querido joven, la verdad es un espectro que se ha escapado de las manos del tiempo y la historia. En 63, te enfrentas a un dilema que pocos pueden comprender por completo. Pero hoy, aquí, en este lugar olvidado por Dios, estoy dispuesto a revelarte la historia que nunca se contó, la historia detrás de mi misteriosa desaparición y la verdad sobre mi vida en la sombra después de la guerra. Pero ten en cuenta, la verdad que estoy a punto de compartir contigo es más extraña y sorprendente de lo que jamás podrías haber imaginado.

Sonreí con tristeza y asentí, preparándome para relatar mi historia.

"Era el sombrío final de la Segunda Guerra Mundial, exactamente el 30 de abril de 1945, cuando Eva y yo nos encontrábamos en lo profundo de nuestro refugio subterráneo en Berlín. Este lugar, que antes respondía al nombre del "Führerbunker", se extendía a más de 8 metros bajo tierra, con una salida de emergencia que desembocaba en los apacibles jardines de la cancillería. Solía pasear aquí con mi leal compañera canina, Blondi. Y, por si te preguntas si esta fiel perra está relacionada con mi querido pastor, la respuesta es afirmativa. Blondi Tercero, a quien honré con un nombre de mujer, es descendiente de aquellos cinco cachorros que Blondi tuvo en su momento. En realidad, el macho de esa camada es el abuelo de Blondi Tercero, pero decidí mantener el nombre en su honor, a pesar de que me digan que es un nombre femenino. Después de todo, soy el Führer, o lo que queda de él, ¿no es así?"

"Por cierto, ¿sabías que dicen que 'Blondi' es una variante del nombre 'Blondie' o 'Blonde', que significa 'rubia' en francés e inglés, respectivamente? El joven respondió negando mi afirmación y aclarando su escaso conocimiento sobre nombres."

Ahora, cambiando de tema, ves, los años han dejado lagunas en mi pensamiento y es que, con la edad que tengo, a menudo me pierdo en los recuerdos. Pero permíteme volver a un tema que me apasiona: la arquitectura. En mis años más jóvenes, tuve el privilegio de colaborar con un talentoso arquitecto llamado Albert[5]. Juntos, ideamos proyectos impresionantes, incluida la visión de una nueva capital que bautizamos como Germania. Aunque podría hablar durante horas sobre este emocionante proyecto, hoy me gustaría compartir un aspecto menos conocido de nuestra colaboración: los búnkeres subterráneos que se ocultaban en las páginas de la historia.

El primer búnker que construimos juntos, en 1936, fue concebido en un momento en el que Polonia ocupaba mis pensamientos como la próxima conquista. En ese entonces, la guerra contra la Unión Soviética y los horrores de los campos de exterminio aún eran visiones en desarrollo.

Es asombroso cómo estos búnkeres, que diseñamos en silencio y en secreto, se convirtieron en testigos mudos de una época tumultuosa de la historia. A pesar de los eventos posteriores y las tragedias que se desencadenaron, es importante reconocer el impacto de la arquitectura en los acontecimientos históricos y reflexionar sobre cómo nuestras creaciones, aunque a veces inquietantes, forman parte de la narrativa del pasado.

Este primer refugio yacía a más de 5 metros bajo tierra, un cubo de más de 330 metros cuadrados con un techo colosal de 1.60 metros de espesor de hormigón. Albergaba pequeñas estancias, desde una sala de generadores hasta espacios de comunicación, cocina y dispensario. Se le conocía como el "Vorbunker" (el búnker anterior), como lo registró La Vanguardia de la época.

Sin embargo, mi visión iba más allá. En 1938, concebí la construcción de un nuevo y descomunal búnker, una ambiciosa fortaleza que se levantaría al unísono con la majestuosa Nueva Cancillería. Inicialmente, los expertos en mi seguridad no vieron la necesidad, hasta que el impactante bombardeo selectivo del 3 de marzo de 1943 los hizo reconsiderar. Fue entonces cuando comenzó la creación de un santuario bajo tierra que jugaría un papel crucial en los días por venir.

Pero volviendo al relato, perdona antes de que prosiga, este viejo hombre suele perderse en los recuerdos del pasado más que en las vivencias actuales. Es algo común, se llama tercera edad, o así se va a conocer. No te preocupes, es cuestión del inexorable paso del tiempo. Ahora, retomando la historia...

El ruido ensordecedor de las bombas y el estruendo del colapso de la ciudad parecían un resplandor del destino que nos aguardaba. Decidimos poner fin a nuestras vidas, o al menos eso creía el mundo, pero como bien sabes, los secretos se ocultan en las sombras."

El joven periodista escuchaba atentamente mientras el crepitar del fuego en la hoguera llenaba los silencios entre mis palabras. Mi rostro, ahora distinto del icónico bigote brocha que alguna vez lo adornó, mostraba la sombra de un hombre que había conocido el poder absoluto y la amargura de la derrota.

"El mundo creyó que habíamos muerto, que los líderes del Tercer Reich habían sucumbido ante el avance de los rojos. Pero, mi joven amigo, permíteme revelarte la verdad detrás de aquellos días tumultuosos."

En una escena que parecería sacada de las páginas de un intrigante bestseller literario, Blondi, mi fiel perro pastor alemán, se acercó al joven y se recostó a su lado. Era evidente que el perro tenía un vínculo especial con su linaje alemán, como si poseyera un conocimiento innato de su historia. Aunque el joven parecía no percatarse de este hecho, el momento se tornó inolvidable. Yo deposité mi taza de café con cuidado sobre la pequeña mesa que acompañaba a mi cómodo Chaise Longue[12]. Sobre esa misma mesita de roble, colgaba de un modesto pero significativo clavo una antigua bayoneta K98, con su hoja larga y afilada, así como su distintivo diseño.

Sin embargo, esa bayoneta no era más que un objeto insensible, una reliquia de tiempos pasados colgada en la pared de la mesita, como un adorno que evocaba recuerdos de un pasado tumultuoso. Durante mi mandato, esta bayoneta fue parte de la historia, diseñada para acoplarse al fusil estándar alemán Karabiner 98k, el arma principal de nuestras fuerzas armadas en aquel entonces.

"Joven," proseguí, "después de la caída de Berlín, las sombras del búnker se convirtieron en nuestro refugio secreto. Los leales que aún permanecían a nuestro lado nos ayudaron a trazar un plan audaz. En medio de la oscuridad y la confusión, logramos escapar y nos dirigimos a España, donde se suponía que encontraríamos un santuario. Sin embargo, eso fue solo el principio de nuestra odisea."

Mi relato fluía con una mezcla de nostalgia y amargura, como si estuviera reviviendo los momentos más oscuros de mi pasado. La música de Wagner continuaba llenando el aire, como una banda sonora irónica para la historia de un hombre que había pasado de la gloria al olvido. En ese instante, noté cómo el joven posó su mirada sobre una antigua pistola Parabellum que yacía sobre el durmiente de la chimenea. Era una Luger fabricada en 1906/1907 por DWM[6], de calibre .45.

El joven, con la mirada fija en el arma que ahora sostenía con mis manos temblorosas sobre las cachas de la antigua pieza (Bufoso), como se dice en estos lados, va como el lunfardo local. Aunque, al pensar detenidamente, me di cuenta de que no era un revolver, sino una pistola semiautomática accionada por retroceso. Mis palabras resonaron en el eco de la madera que revestía la cabaña, casi como un vendedor de armas, pero con la solemnidad de un experto tasador de tesoros ancestrales, impregnadas de sabiduría y nostalgia.

"¿Las ves, verdad? Esta arma, mi joven amigo, es mucho más que un simple objeto. Es un símbolo de poder, pero también un testigo silencioso de la historia y la hipocresía que prevalecen en este mundo dividido."

"Me llaman un villano sin escrúpulos por mi deseo de tomar el control del mundo, pero entre todos los epítetos que me arrojan en esta trama, lo único que no podrán cuestionar es mi integridad. Esto no es corrupción; es un desafío a la coyuntura presente, una revelación de la mediocridad y la hipocresía que se ocultan detrás de los telones de esta realidad."

Me acerqué aún más al joven, mi voz vibrando con una mezcla de pasión y profundo descontento. "Observa, mi joven amigo, cómo estos poderosos individuos han tejido una nación dentro de otra, digamos, han construido una especie de país en medio del Medio Oriente, mientras manipulan al mundo con la connivencia de banqueros codiciosos. Pero déjame confiarte un secreto: no hay ladrón más grande que aquel banco que se alimenta de la sangre de otros bancos. ¿Quién crees que es el verdadero delincuente, el que va con un arma a asaltar, o aquel que fundó el banco? La respuesta es clara: el segundo es el auténtico villano. Son los verdaderos titiriteros sanguinarios, los que manipulan los hilos en las sombras, riéndose de todos nosotros en su juego perverso."

Mi voz se llenó de filosofía y desafío mientras continuaba. "La guerra que libran es una batalla silenciosa, una contienda de cifras y transacciones, pero su impacto es innegable y afecta a millones. Los bancos se enriquecen mientras el mundo sufre. ¿No ves la ironía de esta situación? La filosofía detrás de esta lucha es profundamente cuestionable, y solo el tiempo nos revelará las verdaderas consecuencias de su codicia insaciable."

El joven asintió lentamente, como si estuviera absorbiendo cada una de mis palabras con solemnidad. Era un mundo oscuro y complicado en el que estábamos inmersos, y el antiguo arma que sostenía era un recordatorio tangible de las profundidades a las que algunos estaban dispuestos a llegar en su búsqueda incesante de poder y riqueza.

Es irónico, ¿verdad? Son los mismos que me señalan con el dedo, mientras su interés se centra obsesivamente en un objeto de valor incalculable. Cuando se trata de dinero, ni siquiera el diablo podría resistirse a vender su tridente. ¿Y sabes dónde reside la verdadera crueldad? En que este objeto, que llaman la 'número 5', es considerado invaluable. Se rumorea que su valor alcanzará cifras estratosféricas en el mercado, y eso, amigo mío, es solo cuestión de tiempo. Estoy seguro de que la Interpol se encargará del resto", dije con una sonrisa irónica, destacando la absurda obsesión de los demás por el objeto en cuestión y la contradicción de sus acusaciones.

"Pero salgamos de esta armería antigua y continuemos por los andamios de la historia narrada. En aquella ocasión, después de casarme con Eva Anna Paula Braun en una ceremonia civil discreta en el Führerbunker, en lugar de celebrar nuestra noche de bodas, comencé a dictar mis últimas instrucciones y mi testamento político a mi secretaria personal, Traudl Junge, una joven de Múnich que debía tener unos 25 años más o menos. Esto ocurrió en las primeras horas del domingo 29 de abril de 1945. Los testigos presentes en esa ceremonia fueron Joseph[7], Martin[8], Magda[9] y, por supuesto, Eva[10]. Fue un momento de profunda gravedad en medio de los eventos finales de la Segunda Guerra Mundial."

Durante la tarde de ese domingo melancólico, si no fue el día más triste de mi vida, solicité que administraran una dosis de cianuro a mi querida perra, Blondi, quien recientemente había dado a luz a cinco cachorros, como te mencioné anteriormente. Fue en la mañana del lunes cuando mis colaboradores llevaron a cabo este desgarrador acto. Hasta aquí, la historia es ampliamente reconocida, joven.

Los detalles que involucran lo que algunos relatan como una escena misteriosa, aproximadamente a las 15:30 horas, cuando se escuchó un disparo en mi habitación, donde estaba encerrado con Braun, son borrosos en mi memoria. Cuando los asistentes entraron, me encontraron inclinado sobre mí mismo con una pequeña herida en la sien derecha, lo cual parece poco creíble, ¿verdad? Estoy aquí hablando contigo ahora, ¿no es así? Las malas lenguas afirman que Eva descansaba a mi lado, descalza, con su rostro apoyado en mi hombro, como si estuviera en un profundo sueño.

"Según los informes, habría usado mi querida pistola Walther PPK calibre 7.65 para dispararme, y Eva no llegó a usar su revólver, ya que el veneno la habría matado instantáneamente. Luego, nuestros cuerpos fueron retirados del Führerbunker y colocados en una tumba poco profunda en los jardines de la Cancillería. Allí, se les roció con combustible y finalmente se llevó a cabo la cremación. En realidad, esa pistola se perdió en una simple maleta de cartón cuando salimos del búnker apresuradamente. No estoy seguro de por qué no mencionan nada de mi querido teléfono rojo. Pero, retomando nuestra narración..."

Los ojos del periodista brillaban con incredulidad mientras yo continuaba mi relato. "Los aliados y los soviéticos buscaban desesperadamente pruebas de nuestra muerte, pero nosotros, astutos como zorros, creamos un elaborado engaño. Los cuerpos calcinados que encontraron en el búnker no eran los nuestros; eran cuerpos de dobles que sacrificamos para engañar al mundo. Mientras tanto, en la clandestinidad, tejíamos una red de contactos y conspiraciones."

La sombra del pasado oscuro parecía pesar sobre la habitación mientras continuaba mi relato. Los destellos de la lumbre chimenea lanzaban espectros como umbrales inquietantes en las paredes de madera, como si la historia que se desplegaba estuviera impregnada de una oscuridad impenetrable.

"Mi joven amigo, durante años, vagamos por Europa, siempre un paso adelante de aquellos que buscaban nuestra captura. Nos infiltramos en las tinieblas, apoyados por aliados inesperados. Grandes empresarios como Ford y Rockefeller, temiendo el avance del comunismo, nos tendieron una mano protectora. Era una alianza de intereses oscuros, pero en aquellos tiempos inciertos, los negocios no tenían ideología, y la supervivencia era la única prioridad."

El relato tomaba forma con cada palabra, y el joven periodista no podía apartar la mirada mientras yo seguía contando mi relato. Las llamas en la chimenea parecían relumbrar en respuesta a la conspiración que había revelado, como si el fuego mismo estuviera en complicidad con los secretos que compartía.

"Durante años, vivimos bajo identidades falsas, adoptando nombres y apariencias que nos protegieran de los cazadores de nazis. Nuestra red de apoyo se extendió por todo el mundo, desde Sudamérica hasta Oriente Medio. Fue un tiempo de ausencias y traiciones, donde la lealtad era un bien escaso y la paranoia nos consumía."

El periodista, ahora completamente absorto en mi relato, apenas podía contener su asombro. El latir de la música de Wagner daba vueltas como un remolino de ecos que transportaban la grandiosidad y la tragedia que habían marcado mi desdicha.

"La historia que te cuento, querido amigo, es la verdad que quedó sepultada en el abismo de la historia. Mi vida después de la guerra fue una odisea de supervivencia, donde las artimañas del escondite conspiraron a mi favor y contra mí. Pero recuerda, la verdad es siempre más extraña que la ficción, y en este oscuro capítulo de la historia, las líneas entre el bien y el mal se difuminaron de una manera que solo la realidad podría haber imaginado."

"Nuestra verdadera odisea comenzó cuando llegamos a Sudamérica, específicamente a la Patagonia argentina. La presencia de dictaduras militares en el continente nos brindó el anonimato necesario. Chile, Brasil, Perú y Paraguay se convirtieron en paradas en nuestro viaje clandestino, pero fue en Colombia donde encontramos la 'prueba reina'."

Los detalles de mi escape mantenían al joven periodista absorto en mi relato. La misteriosa travesía a través de continentes y dictaduras, como si fuera una novela de espionaje, lo dejaba perplejo.

"Una imagen, tomada en Tunja, Colombia, en 1954, me muestra junto a un misterioso hombre llamado Citroën. Este hombre, al parecer un enemigo que trabajaba para los aliados, resultó ser nuestro salvador. Fue nuestra prueba de vida, la evidencia irrefutable de que seguía existiendo. ¿Por qué posé junto a un enemigo? Para confundir a quienes buscaban respuestas."

La habitación estaba inmersa en un silencio profundo mientras el misterio de mi historia se desvelaba lentamente. El periodista colgaba de cada palabra, como si estuviera atrapado en una maraña de intrigas.

"Mi joven amigo, este relato es un oscuro laberinto de conspiraciones y engaños, una historia que desafía la versión oficial de mi muerte en el búnker de Berlín. ¿Realidad o ficción? Solo el tiempo y la historia pueden juzgarlo. Pero, como te darás cuenta, en este mundo turbulento y desconcertante, la verdad es una joya rara y escurridiza, escondida en la negritud de la historia."

"Mis palabras se desvanecieron en el aire, dejando un suspenso palpable en la habitación. Pero, antes de continuar, me volví hacia el joven periodista con una solicitud inusual, casi suplicante.

"Mi querido amigo, te pido que me permitas un momento de soledad", solicité con una voz que mezclaba nostalgia y anhelo. "Permíteme quedarme aquí, junto a la hoguera, con la música de Wagner como única compañía. Deseo sumergirme en los recuerdos que he compartido contigo y enfrentar mis propias inquietudes. Por eso, tomaré más de esta charola de plata. Si lo deseas, puedes servirte un poco; como dicen, la primera es gratis, la segunda te la venden. Es así aquí y en cualquier parte del mundo."

"El joven, con una expresión respetuosa, rechazó cortésmente mi oferta de probar el polvo insípido. Antes de que mis adicciones nos separen completamente, proseguí con mi última solicitud. A estas alturas, apenas podía descifrar las palabras que tejía la tela de la historia. 'Quédate un momento y escucha a Wagner mientras me sumerjo en el bullicio de la ciudad de Colombia, que no volveré a ver jamás. Tal vez, en algún momento, descubrirás el destino final de aquel hombre que fue mi doble y que nunca regresó.'"

Después de inhalar el polvo, dirigí unas palabras al joven: "Muy bien, espera un momento, antes de hacer lo que te pedí, no puedo evitar recordarte que en mi carta mencioné que me gustaría que me tomaras una fotografía. A mi edad, si no puedo tener una imagen de recuerdo, me sentiría realmente perdido. He vivido de la mejor manera que he podido, y siento que mi corazón está llegando a su última etapa. Puedo sentir la bienvenida rebeldía del merecido descanso que se acerca. Pero dejemos las metáforas a un lado y vayamos a la cocina".

El joven me siguió, y las maderas de la cabaña crujieron bajo nuestros pasos, creando un ambiente lleno de suspense. Una vez en la cocina, le dije: "Aquí, muchacho, saca la foto. ¿Debería quitarme la chaqueta?". El joven, moviendo la cabeza, indicó que no era necesario que me la quitara mientras yo adoptaba una pose, apoyando mi codo izquierdo en una antigua encimera de madera antes de que accionara la Kodak. Le pedí: "Intenta capturar el anillo de compromiso, es muy importante para mí".

En ese momento, el joven confirmó: "Estoy listo" y, con una sutil sonrisa, pulsó el flash de la cámara, llenando el aire de expectación.

Después de ese instante capturado en una fotografía, el joven asintió con una mirada de comprensión y prometió enviar las copias de inmediato. Agradecido, hice un gesto con las manos y lo invité a regresar al salón de la cabaña. Pero antes de entrar, compartí con él una reflexión sobre las posesiones materiales, como su cámara Kodak, que en este sencillo encuentro representaba. "Sabes, joven," le dije, "te voy a compartir una idea acerca de las cosas materiales, como tu cámara Kodak. Es un concepto que quiero que reflexiones: 'Si para adquirir un sombrero debes hipotecar tu cabeza, entonces su valor se desvanece por completo'. No estoy haciendo referencia a tu cámara, solo te ofrezco una idea para que te des cuenta de lo efímera y simple que puede ser la vida."

Me quedé allí, recostado sobre el viejo durmiente, como si mi cuerpo añejo descansara junto al robusto quebracho de la chimenea. Mientras acariciaba mi anillo de compromiso, dejé que los pensamientos fluyeran. "Algunos dicen que no tengo amor," pensé para mí mismo, mientras la sortija giraba entre mis dedos. Las llamas danzaban en el fuego acogedor, como un torrente de recuerdos que inundaban la bóveda de mi mente, recordándome lo irónico que puede ser la vida. Me sentí transportado a los días en que Eva y yo compartíamos momentos de paz y felicidad en nuestra casa de campo, el Berghof[11].

Esta residencia gubernamental, situada en Obersalzberg, en los Alpes Bávaros cerca de Berchtesgaden, Alemania, había comenzado como un modesto refugio alpino conocido como Haus Wachenfeld en sus comienzos. Ahora, mientras contemplaba las llamas, un sentimiento de profunda tristeza se apoderó de mí, recordando tiempos pasados que ya no volverían, y la pérdida de quienes habían estado a mi lado en aquellos días de esplendor.

Mi rostro se ensombreció al mencionar a Eva, quien falleció hace ya una década atrás debido al cáncer. Los médicos no pudieron hacer nada por ella, y su pérdida sigue pesando en mi corazón. "La añoro profundamente, no sabes cuánto", suspiré con esa amargura a eternidad de no tenerte Eva.

Volviéndome hacia el joven que tenía ante mí, apoye mi brazo sobre su hombro al sentir la necesidad paternal de romper el silencio y la formalidad. "Por cierto, querido amigo, ¿cómo te llamas? Perdona mi informalidad". El joven respondió con una voz cargada de sentimiento: "Me llamo Anja Bauer Weber, mi Führer".

Anja, con su mirada fija en mí desde su posición junto a la chimenea, fue testigo de un acontecimiento que jamás habría imaginado presenciar en ese contexto. Notó cómo giré mi cuerpo sobre mí mismo, deteniendo mi mirada íntimamente en el fuego. Fue entonces cuando una sombra se deslizó lentamente por mi rostro, como un rastro de lágrima que surgía de lo más profundo de mis pensamientos. Era una manifestación de melancolía que, para alguien como yo, que había sido conocido por mi firmeza y determinación, parecía inusual, casi impensable.

El escenario se transformó en un lienzo impregnado de una tensión palpable, como si el propio tiempo se hubiera congelado en un suspiro. Las notas de Wagner seguían fluyendo, ahora en primer plano, como si el maestro supiera cuándo emplear la batuta en el escenario de la vida. Se entrelazaban con el violín de la raza superior en la chimenea, tejiendo una armonía de emociones aún más profunda. Era un momento singular, una fisura en mi máscara de humanidad que revelaba una fragilidad que, hasta entonces, se había mantenido oculta en lo más profundo de mi ser.

Mientras tanto, el viento volvia y azotaba nuevamente las ventanas con una furia implacable, recordándonos en cada embate que el pasado se aferraba a nosotros como un castigo persistente, incluso cuando mi voluntad intentaba sepultarlo bajo capas de olvido. Era la crónica inquebrantable del presente, pues en él residiríamos toda nuestra vida, y el pasado se convertiría en la voz de nuestras conciencias, obstinado como un secreto que se resistía a ser silenciado.

En ese instante, Blondi Tercero, mi leal pastor, se acercó a mí con una ternura que parecía un candado inquebrantable, sellando un vínculo indescriptible entre nosotros. Era como si su presencia fuera el abrazo de la inmensidad, explicándome con un sabio ejemplo que la vida es dinámica pura, envolviéndonos en un cálido y etéreo abrazo que trascendía las palabras. Nos sentíamos unidos por hilos dorados e invisibles que se entrelazaban con las brasas del mismo universo. Era un momento que se fundía con la eternidad, como si el tiempo se detuviera para permitirnos compartir esa conexión profunda y atemporal. Fin

 

*En la última estrofa de su obra, el autor quiso dejar una nota al lector, aclarando que gran parte de la información contenida en este escrito proviene de su exhaustiva investigación y de su apasionado interés por la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, también quiso destacar que lo que yace más allá de los hechos documentados es el producto de su imaginación, una creatividad desatada que explora oportunidades inexploradas por la historia. Así, entre la realidad y la ficción, el relato cobra vida propia, recordándonos que en la literatura a menudo se entrelazan la historia y la imaginación de formas sorprendentes y cautivadoras. Este cuento es el fruto de una mente curiosa y creativa, un tributo al poder de la narración y la exploración de mundos más allá de la historia escrita.

"El próximo jueves, 28 de septiembre de 2023, te invitamos cordialmente a sumergirte en una cautivadora obra literaria de Thomas A. Riani, un humilde escritor que nos transportará al frente de Verdún a través de la correspondencia entre un padre y su hijo. En esta emotiva narración, exploraremos la profunda importancia de las cartas en tiempos de guerra, la ausencia que se siente en medio del conflicto, la alegría de la vida y la tristeza de la muerte, así como el angustioso desconocimiento de un padre sobre el bienestar de su hijo.

Este apasionante viaje en el tiempo, ambientado en 1918 durante la Primera Guerra Mundial, nos permitirá adentrarnos en los tormentos de una época marcada por la autodenominada "Gran Guerra". La obra lleva por título "El Latido de las Palabras: Correspondencia entre Padre e Hijo en el Frente de Verdún".

Te extendemos una calurosa invitación a unirte a esta fascinante aventura literaria el próximo jueves. Prepárate para explorar una perspectiva única sobre este tema a través de la hábil pluma de Thomas A. Riani. Puedes acceder a esta experiencia literaria visitando nuestro hermoso blog en el siguiente enlace: https://artesyletrasdevalencia.blogspot.com. ¡Te esperamos con entusiasmo!"


"Notas finales"

[1] Richard Wagner (1813-1883) fue un influyente compositor, director de orquesta, poeta y teórico musical alemán.

[2] Johannes Vermeer (1632-1675) fue un pintor neerlandés del Siglo de Oro holandés.

[3] Jan van Eyck (c. 1390-1441) fue un influyente pintor flamenco del siglo XV y uno de los maestros más destacados del arte renacentista del norte de Europa.

[4] Adolf Eichmann fue un alto funcionario nazi alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Nació el 19 de marzo de 1906 en Solingen, Alemania, y murió el 1 de junio de 1962 en Israel.

[5] Albert Speer fue un influyente colaborador de Adolf Hitler en la Alemania nazi. Inicialmente arquitecto de Hitler, ascendió a Ministro de Armamentos y Producción de Guerra durante la Segunda Guerra Mundial.

[6] Las siglas "DWM" se refieren a "Deutsche Waffen und Munitionsfabriken," que en español significa "Fábricas Alemanas de Armas y Municiones."

[7] Joseph Goebbels fue un alto funcionario del régimen nazi en la Alemania de Adolf Hitler.

[8] Martin Bormann Nació el 17 de junio de 1900 en Wegeleben, Alemania, y desapareció el 2 de mayo de 1945 en el contexto de la caída de Berlín. Su destino exacto sigue siendo un misterio.

[9] Magda Goebbels, cuyo nombre de soltera era Johanna Maria Magdalena Ritschel, fue la esposa de Joseph Goebbels, el Ministro de Propaganda del Tercer Reich bajo el régimen nazi de Adolf Hitler.

[10] Eva Anna Paula Braun fue la compañera y luego esposa de Adolf Hitler, líder de la Alemania nazi.

[11] El Berghof fue la residencia de montaña de Adolf Hitler ubicada en las montañas de Baviera, en el sur de Alemania.

[12] Una "chaise longue" (pronunciada "shais long" en español) es un término de origen francés que se utiliza para describir un tipo de mueble.


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