"La Dulzura del Engaño"
El Tiempo es un Beso en Serie (Y Nosotros, sus Cómplices Enamorados)
Camino rápido, con la falsa dicha de quien avanza sin rumbo,
movido solo por la brutal inocencia de no saber. Pero, ¿hasta cuándo podré
sostenerme en este ciclo infinito? Quizá, en algún rincón torcido del tiempo,
me encuentre exhausto, harto de esperar el vacío, y entonces decida cambiar el
frenesí por la quietud. Una quietud que se cocina lenta, como la paciencia de
quien ya no busca nada, de quien ha sido endurecido por las capas de su propio
rostro, donde la fatalidad se graba con la ferocidad de lo irreversible.
Nos enseñan que lo importante es la cantidad. Cuantos más
seamos, mejor. Que el número es poder, que la masa mueve el mundo. Pero si
miramos la historia de cerca, descubrimos que lo único que hemos perfeccionado
con devoción es la acumulación: de cosas, de personas, de tiempo... aunque rara
vez nos detenemos a preguntar: ¿para qué? El tiempo corre, imparable, y
nosotros somos su entretenimiento favorito.
Hemos inventado la absurda noción del "tiempo", como si fuera una moneda en un mercado ilusorio de horas. Pero,
¿alguien ha logrado cobrarlo alguna vez? El tiempo, como la vida misma, no
vuelve. No es reciclable ni negociable. Cada minuto que pasa se escapa sin
despedirse, dejándonos la incómoda sensación de haber sido robados mientras no
mirábamos. Y lo peor de todo es que lo dejamos entrar sin cuestionarlo.
A lo largo de los siglos, la humanidad ha sido testigo de su
propio desgaste, observándolo con una sonrisa idiota, como si estuviéramos
encantados de participar en este juego patético. Nos engañamos creyendo que si
hacemos más, corremos más o poseemos más, el tiempo nos perdonará. "Si
producimos lo suficiente", decimos, "tal vez podamos burlarlo".
Pero no. Todo lo que acumulamos, creamos o destruimos se lo lleva el mismo
viento que arrastra las cenizas de nuestros sueños no cumplidos. Y al final, el
tiempo sigue siendo el único que no pierde.
Si la vida pudiera entrar por mis manos hoy, probablemente
sentenciaría en un escrito que: "El hombre es la única criatura que marca
la casilla del reloj, creyendo que cuenta para algo, mientras su conciencia se
suicida lentamente, segundo a segundo". Nos hemos engañado creyendo que
los relojes son nuestros esclavos, cuando en realidad somos nosotros quienes
estamos encadenados a su marcha implacable. No importa cuánto tiempo tengas; lo
único que importa es qué haces con él. Y la mayoría lo gasta como quien quema
billetes, creyendo que está iluminando su vida.
Y luego está esa superficial "moda" de vivir el
presente. Suena fabuloso en los carteles de Instagram, pero pregúntale a
alguien que tiene que pagar el alquiler mañana si realmente puede permitirse el
lujo de "disfrutar el ahora". El presente es un amante cruel: te
seduce y te abandona, todo es "ahora", hasta que el futuro te golpea
con la misma sonrisa que llevabas hace diez años, cuando creías que "aún
tenías tiempo". Como humanidad, hemos caído bajo la ilusión de que el
tiempo es una cuerda elástica que podemos estirar a voluntad. Pero, ¿cuándo fue
la última vez que escuchaste a alguien decir: "Me sobra tiempo"?
Exacto. Nos hemos olvidado de que el tiempo es como una cuerda de piano: tensa,
afilada, lista para cortarte de un tajo si no la manejas con cuidado.
Y lo más rabioso es que sabemos perfectamente que el tiempo
es finito. No somos ignorantes, pero hemos perfeccionado el arte de ignorar la
realidad con tal elegancia que hasta los dioses antiguos envidiarían nuestro
autoengaño. Nuestra filantropía moderna no se trata de dar a los demás, sino de
dar por sentado que siempre tendremos "un poco más" de tiempo para
hacer lo que importa. Aquí estamos, de estado en estado, de foto en foto,
contando abruptamente por segundos todos esos "likes" ausentes de
vida como pasos en la vereda de un sueño que nunca viviremos, como si la
cantidad y la huella de lo andado realmente importaran. ¿Qué estamos esperando?
¿El apocalipsis de YouTube? Quizá. Pero lo más probable es que estemos
esperando a que el tiempo, en su infinita ironía, nos muestre que no tenemos
tiempo, mientras adelantamos videos de un canal en la red, sin darnos cuenta de
que el único tiempo que vale es el nuestro. Y por esto, y por tanto aquello, la
estampa de nuestra ausencia nos dará una palmada en la espalda y nos dirá:
"Tranquilo, siempre tendrás más de mí". Pero no. El tiempo es el más
cruel de los comediantes, y la broma siempre será sobre nosotros.
¿De qué está hecho el tiempo? De sombras inasibles, de
vacíos que se expanden sin retorno, de segundos que se escurren entre los dedos
como polvo en medio de una tormenta. Si alguna vez te atreves a pensar que lo
dominas, recuerda: es el tiempo quien te encierra, con la frialdad de un
verdugo insobornable. No eres su favorito. Nadie lo es. Porque, en este juego
eterno, todos somos sus cómplices felices, atrapados en un juicio silencioso
donde no hay clemencia, solo la certeza del olvido. Intuyo que justo allí, en
el umbral de nuestra percepción, reside la esencia misma de la vida. Aunque los
trigales maduren majestuosos, es en ese punto donde el tiempo fluye en silencio
y se desenvuelve su juego implacable. Allí, en ese paraje invisible, la sangre,
agotada por el imparable desgaste de los días, se regenera incansablemente,
alimentándose de la misma muerte que la acecha a cada paso. Y es allí, en esa
encrucijada entre la muerte que todo consume y la vida que todo recrea, donde
se revela el mayor misterio: no es el tiempo quien nos destruye, sino la vida
misma, que en su constante morir se redime en cada instante al cálculo del
infinito.
El miedo a lo absurdo, que a veces se descompone en lo grotesco, no es lo que importa. Lo que devora es la vida que se nos escapa, mientras agonizamos en la espera de algo que nunca nos perteneció.
"En el delicado equilibrio entre lo que perece y lo que
renace, encontramos el reflejo de lo inmortal: la vida, que se abre paso con
obstinada belleza en el abismo de la muerte. Es allí donde mi silencio se
estremece, solo y tan solo, pero felizmente siempre por ti."
— Thomas A. Riani

Gracias
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