Del Celular...
CÓDIGO SUPREMO DE LA PASIÓN, LA HERIDA Y EL FUEGO DIGITAL
Promulgado en la madrugada donde el alma todavía insiste en latir.
PREÁMBULO
Considerando que el mundo ha confundido el tacto con una pantalla
y que los corazones se han vuelto notificaciones mal entregadas,
se establece este Código para preservar lo último que no se ha rendido:
la llama que arde incluso dentro del fracaso,
la mirada que sangra verdad,
la pasión que se niega a morir,
y esa memoria antigua donde ella —sí, ella— sigue encendiendo mi sangre
hasta las carnes temblorosas de mi propio derrumbe.
TÍTULO I — DEL DOLOR ANTIGUO QUE AÚN MUEVE LAS MANOS
Artículo 1 — De la Permanencia del Fuego
Ella todavía incendia mis venas, aunque mi derrota sea un territorio ya calcinado.
Arde en el fondo oscuro donde mi carne cansada guarda lo que Schumann habría llamado
“la nota que duele incluso cuando calla”.
Su perfume, ese fantasma dulce y cruel, invade las cosas que dejé olvidadas de mí mismo,
y cada objeto murmura un réquiem de su ausencia.
Artículo 2 — De la Enfermedad que el Recuerdo Despierta
La sola evocación de su gesto abre la vil enfermedad de mi pecho,
esa grieta melancólica que Schumann tocaba con manos alteradas,
incapaz de distinguir si temblaba la piel o el alma.
Es la misma grieta que me divide cuando recuerdo aquel bar de antaño:
mi hígado joven, mi esperanza torpe,
y mi mirada intentando aferrarse a un pestañeo suyo que era más sentencia que promesa.
TÍTULO II — DEL CELULAR COMO NUEVO ORÁCULO Y NUEVA TRAGEDIA
Artículo 3 — Del Hambre de Vibraciones
Hoy la gente cree que si el celular no vibra, nadie piensa en ellos;
y si vibra demasiado, el mundo los acosa.
Queda reconocido este doble filo como la herida silenciosa del siglo:
la necesidad de ser buscado y el terror de ser encontrado.
Artículo 4 — De la Supremacía de la Carne
Por la antigua ley del fruto y la flor, anterior a todo algoritmo,
se decreta que la mirada humana será superior a cualquier brillo de pantalla.
El cristal no sabe del temblor,
no conoce el peso de una lágrima,
no respira cuando alguien se va.
Quien prefiera la luz artificial al temblor verdadero del rostro amado
comete falta grave contra la esencia del fuego.
TÍTULO III — DE LA INFAMIA DEL DESAMOR Y LOS MIEDOS QUE PERSISTEN
Artículo 5 — Del Acto Infame del Olvido
Se declara infame al hombre que no piensa que un ser nacerá,
que no reconoce que incluso en este ruido digital
alguien vendrá al mundo esperando una mirada sin filtros,
una verdad sin retórica,
un amor que no se descargue desde ninguna nube.
Artículo 6 — Del Miedo que Acompaña al Amor
No le digas a nadie, pero siempre tengo miedo.
Miedo de volver a verla y que sus pasos sigan de largo.
Miedo de ser ciego y aun así respirar.
Miedo de no saber matar esta ilusión sonsa que insiste en confundirse con esperanza.
Porque hay amores que uno lleva como un tatuaje dentro del hueso,
y otros que se niegan a morir aunque el alma ya esté cansada de sostenerlos.
TÍTULO IV — DE LA PASIÓN COMO DERECHO FUNDAMENTAL
Artículo 7 — De la Llama Irreductible
Reconócese a la pasión —esa que tiembla, que arde, que hiere—
como derecho inalienable del ser humano.
No podrá renunciarse a ella sin amputar una parte sagrada de la vida.
La pasión deberá protegerse como se protege un latido al borde de romperse:
con temor, con valentía, con la certeza de que incluso destruirnos
es mejor que no sentir nada.
Artículo 8 — De los Naufragios que Aún Arde
Todo vínculo que haya ardido alguna vez será declarado territorio sagrado.
Quien lo profane con indiferencia será condenado al peor castigo:
la incapacidad de estremecerse.
Porque hay naufragios que se hunden y se extinguen,
pero hay otros —los más crueles— que continúan ardiendo bajo el agua.
DISPOSICIÓN FINAL
Ordénase que este Código se grabe en la piel de quienes aún creen en la mirada,
en el perfume que destruye,
en la memoria que busca,
en la pasión que no se rinde,
y en la esperanza torpe del que sigue escribiendo aunque le tiemble el alma.
Porque al final, en este siglo de luces frías,
lo único que sigue siendo verdaderamente nuestro
es aquello que todavía quema.
— Thomas A. Riani
Para recordar ) "Artículo 4 — De la Supremacía de la Carne
ResponderEliminarPor la antigua ley del fruto y la flor, anterior a todo algoritmo,
se decreta que la mirada humana será superior a cualquier brillo de pantalla.
El cristal no sabe del temblor,
no conoce el peso de una lágrima,
no respira cuando alguien se va.
Quien prefiera la luz artificial al temblor verdadero del rostro amado
comete falta grave contra la esencia del fuego." T.R.