Se Necesita Futuro (Yo Pongo el Cuerpo)
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Todavía tengo el alma joven, si el corazón no me falla…
Clasificado existencial publicado en el Diario de la Vida Misma
Autor: Thomas A. Riani
Se ofrece hombre en búsqueda.
Pero no se engañen: no solo busco trabajo.
Busco un pedazo de mundo donde respirar no sea un trámite,
donde la rutina no venga con instrucciones para volverse estatua
y donde uno pueda equivocarse sin que le descuenten del sueldo
las veces que el alma se le fue a pasear sin permiso.
Edad:
En años, podría decir la cifra exacta.
Pero prefiero aclarar que tengo la edad justa para haber aprendido
a desconfiar de los calendarios.
La edad suficiente para que el cuerpo haya empezado a negociar treguas,
y el espíritu siga presentando batalla como si aún creyera
que los milagros son un oficio posible.
Estado general:
En funcionamiento.
Con detalles.
Pero en funcionamiento.
El corazón hace ruidos como de vieja locomotora,
pero todavía tira.
Y el alma… bueno, el alma todavía juega a las escondidas
pero regresa cada vez que la llamo por su nombre.
Experiencia laboral:
– Acarreé culpas desde antes de saber que no eran mías.
– Limpié desordenes ajenos con una eficiencia que jamás tuve para ordenar mi vida.
– Fui arquitecto de promesas mal construidas,
carpintero de intentos torcidos,
albañil de castillos que se caían por exceso de esperanza.
– Trabajé con el tiempo:
lo corté, lo estiré, lo desperdicié,
lo usé para abrigarme o para herirme.
Nunca me pagaron por ello, pero debería figurar en mi currículum.
– Aprendí a cargar bolsas pesadas y silencios más pesados aún.
– Administré sueños: los míos, los ajenos, los que duraban un suspiro.
– Practiqué la paciencia como si fuera un arte marcial.
– Estuve desempleado del sentido varias veces,
pero siempre reaparecí con una convicción nueva
o una vieja que se negaba a morir.
Habilidades:
– Einstein me enseñó que la imaginación es una herramienta,
y yo la usé hasta para reparar agujeros que la realidad no sabía tapar.
– Jung me dijo que convivir con la sombra era opcional.
Yo elegí adoptarla.
La tengo bien criada: ladra poco, muerde menos
pero exige respeto y comida emocional nutritiva.
– Bukowski me firmó un certificado de desorden honorable:
no sé si eso vale como referencia, pero ahí lo dejo.
– Borges me prestó su ironía para cuando me vuelvo demasiado solemne.
– Cortázar me enseñó que la vida tiene pasadizos secretos,
y que uno puede estar trabajando en una oficina
mientras por dentro atraviesa un túnel hacia la infancia.
– Sé fracasar con elegancia,
renacer sin garantías,
reír aunque a veces no tenga motivo,
y callar cuando la verdad necesita un segundo más para no quebrarse.
Expectativas laborales:
No busco un empleo perfecto; ese padece de inexistencia.
Busco uno que no me asesine en cuotas.
Un trabajo donde no se castigue pensar,
donde la humanidad no sea un defecto de fábrica,
y donde pueda aportar algo más que mis huesos.
Preferiría un sueldo que no me avergüence
y un horario que no me convierta en sombra de mí mismo.
Si se puede, un ambiente donde la gente recuerde que también es gente.
Y si no, al menos un lugar con una ventana que dé a algún tipo de cielo,
aunque sea prestado.
Motivo de este aviso:
La ilusión no está marchita:
solo se fue a tomar un descanso largo,
harta de que la esperanza la hiciera cargar cajas que no le correspondían.
Pero volvió. Viene cansada, sí.
Viene con olor a pasado y un gesto serio,
pero volvió.
Y quiere trabajar.
Datos de contacto:
Responder a la vida misma,
a sus casualidades o a sus guiños torpes.
O dejar mensaje en el buzón de mis ganas,
que —aunque algo abollado—
sigue recibiendo cartas sin remitente.
Firmado:
Thomas A. Riani
Hombre que insiste.
Hombre que busca.
Hombre que todavía apuesta,
si el corazón no le falla.
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